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Casa Oddone es una casa con alma propia. No es usual definir a las casas como dueñas de sentimientos o portadoras de alma, pero esta ciertamente lo es.

Acá pasaron vidas intensas y la casa es una suma de esas historias particulares y únicas.
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ACERCA DE MÍ

Soy Alejandra Oddone, dirijo Casa Oddone y esta es la historia de nuestra familia que aún continúa viviendo en esta bellísima casa.

Soy diletante, me gusta hacer todo y nada de lo que he estudiado tiene relación entre sí. hasta ahora. Al unir puntos todo se volvió congruente. Yo quería saber sobre miles de temas y mucha gente que conocía pasaba por lo mismo: caligrafía, dibujo, narrativa, poesía, belleza: todo se convertía en un propósito a seguir.

Dicen que “La casa protege al soñador”. Yo afirmo que esta casa cuida a todo aquel que la cuide. Los que entran en ella quedan felices de haber venido sin razones especiales. Es como si el alma de la casa les diera el ok para estar y además llevarse la felicidad impregnada.

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UNA PLAYLIST PENSADA PARA VOS

Cuando creamos Casa Oddone, lo hicimos para compartir todo esto de lo que nos sentimos muy orgullosos: no son sólo paredes, sino algo inmaterial, que no tiene esencia.

¿Te sonó raro que yo dijera que “no tiene esencia”? Es porque tarde en la vida me enseñaron que las cosas que se apoyan únicamente en una estructura física no prevalecen. Los occidentales pensamos que nuestro ser precisa algo tangible para ser. Un contenedor digamos.

La esencia se convierte en una estructura que sostiene el ser. Esta estructura es nuestro legado, la huella que dejamos al mundo. Los occidentales por lo contrario, sostienen que mantener la esencia, esa estructura requiere esfuerzo. Que todo lo que tiene un soporte físico para poder existir, demanda trabajo.

Un buen caminante para ellos es aquél que no deja huella.

Algo inconcebible para nuestros egos occidentales que queremos quedar inmortalizados en alguna obra magna que nos defina. Para los monjes orientales por ejemplo, la idea es “moverse en la nada”, “ moverse en lo insípido”.

Como el pájaro que vuela sin dejar rastro, un buen caminante no deja huella, carece de ego y materialidad. Las huellas determinan un rumbo, una intención y en Oriente lo importante no es el “ser” sino “el camino”.

Por eso no importa la casa sino lo que transmite, lo que te pase en ella, lo que vivas aquí.

Queremos que estés bien aquí, que en ella encuentres espíritus bondadosos, que las vibraciones sean siempre favorecedoras a lo que buscas y que siempre, siempre, siempre, quieras volver.

“Mi casa es tu casa”. Y esta casa te va a proteger siempre, a vos, soñador.