En realidad, deberían llamarse diversión para diletantes.
No sé si a ustedes les pasó, pero nunca tuve una vocación definida y eso me torturaba constantemente. No entendía cómo alguien quería ser médico, abogado, deportista, bailarina tan nítidamente dejando de lado voluntariamente todo un espectro de actividades tan maravillosas. Por eso quería ser un día oceanógrafa, luego periodista, luego poetisa o decoradora.
Siempre me gustó saber de todo, pero no dedicarme a ello por entero. Por ejemplo: quise conocer el entramado de la fabricación de perfumes y no paré hasta hacer cursos con personas que los hacían para Dior o Ralph Lauren. Quería hacer un perfume que fuera el aroma de mi casa, pero nunca dedicarme a la perfumería, ser perfumista. Solo experimentar por un tiempo en esa área maravillosa de los sentidos.
Así con absolutamente todo. Descubrí que eso era ser Diletante. En la definición de la RAE se maltrata un poco el concepto, porque dice que es un conocedor de la artes o aficionado a ellas, que cultiva algún campo el saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional. Que cultiva una actividad de “manera superficial o esporádica”.
Esa definición parecería ser la de alguien al que le importan poco las cosas y que no quiere conocerlas en profundidad cuando es todo lo contrario: es tanto el interés por conocerlo todo que se abarcan todas las actividades posibles de modo acelerado, aunque no menos riguroso. Que me gusten muchas cosas no significa que sepa poco de ellas, aprendí que ser diletante es lo más lindo que me pasó.
Por eso, pensé que necesitaba esa casa para reunir en casa gente que como yo estuviera atraída por saber cosas maravillosas y conocer a través de ese camino gente muy interesante.
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